Es cierto, no lo neguemos por más tiempo, los últimos discos de la mayoría de mis bandas más estimadas no han cumplido con lo que se podía esperar de ellas.
Veamos algunos ejemplos:
Assemblage 23 ha hecho un disco algo más consistente. Su apuesta se ha inclinado por el electro. Tiene algún tema más que aceptable (como Spark, por ejemplo) pero en general está falto de carne. Diríase que es un disco anoréxico que baila en la pista de alguna discoteca trasnochada. En fin, que le falta ingredientes a la cosa, y ya está.
Rotersand sí que ha pergeñado un disco óptimo y con fundamento. Electro pesado y rotundo, con una voz profunda y resonante. Temas consistentes que se escuchan con sumo placer. Sí, es un tanto hedonista conforme se va acercando al final. Y se desinfla un poco. Pero no niego sus méritos.
Lo de Leaether Strip clama al cielo (o al infierno, qué más da). Vaya truños que me está haciendo Klaus. No debería haber vuelto del retiro. Sus temas sobreviven diez segundos en mi reproductor. Secuenciadotes obsoletos y una voz medio desnuda que termina resultando insoportable. Yo creo que su mayor error es precisamente éste: no haber sabido adaptarse a las nuevas tecnologías y, fundamentalmente (y esto es lo realmente triste) no haberse sabido conservar. Es un caso muy parecido al de Rudy, menuda serendipia de mierda. Una cosa más, la portada del disco es una obra de arte muy por encima del resto del disco.
¿Y qué decir de Velvet Acid Christ? Ese hombre debe estar muy mal, porque lo que hace no tiene ni pies ni cabeza. Juraría que tanta pastilla lo ha convertido en una especie de psiconauta que oye lo que nadie más oye, porque pensar que “eso” que acaba de publicar es algo parecido al barroquismo lóbrego de sus comienzos sólo puede tener lugar dentro de su entumecido cerebro. Os lo digo de verdad, ese tío no anda bien de la cabeza. Parece que hubiese dicho: “Joder, se me ha acabado el suelto para los petas… ¡Voy a hacer un disco! (…) Espera, ¿Cómo se hace eso? Joder, no me acuerdo. Bueno, por aquí tengo aún alguna maquetilla del 89 que hice con el Fruity Loops (del 89). ¡Ya está! ¡He hecho un disco! Voy a llamar a los gilipollas de Metropolis.” Lo más divertido en relación a este disco es leer la propaganda que hace del mismo en su propia página web. “Sonido de estudio, evolución, nada de detunes, nada de voces procesadas…” Yo añadiría “Nada de nada”. En fin, qué decepción.
Supongo que podría seguir apuntando algunos discos más que me han hecho experimentar esta semana la sensación de vagar sediento y lacerado por el desierto más lamentable y cutre. Menos mal que ha salido el disco de Acylum (flamante fichaje de Out Of Line proveniente de las mortíferas filas de Rupal Records) y me ha devuelto la fe en el Hellektro (o Dark Body, o Industrial, o qué pollas) saciando mi sed con balas de grueso calibre, humaredas de carne humana carbonizada y luces de metralla. Un disco intitulado The Enemy (no podía ser de otra forma) que ataca directamente a los tímpanos, nos retuerce de placentero ruido contumaz y perverso y nos recuerda, una vez más, oh sí, una vez más, que el arte no tiene límite moral o estético. Y eso sin salirse de los cánones, por supuesto.
Así que aquí está el viajero. Recibido a la puerta de su casa por una andanada de tiros y de máscaras de gas. Gracias, gracias, gracias. Sí, lo sé. Estoy más loco que una puta cabra. Pero este disco de Acylum hacía falta. Para callar bocas. ¿Qué es eso de que el Hellektro ha muerto? Tomad viento, agoreros horteras y tontos del culo.